sábado, 17 de diciembre de 2011

El Rugby

Cuando se desea conocer un deporte es conveniente, ante todo, adentrarse en su historia”.

La antigüedad de un juego, contribuye a acrecentar su intrínseca nobleza”.

El rugby cuenta con elementos suficientes para seducir a los espíritus jóvenes y audaces”.

Las más poderosas gargantas pertenecen siempre a los más precarios conocedores del juego”.

Las tradiciones del rugby deben mantenerse donde quiera que se juegue, y una de las tradiciones capitales, es la inviolabilidad del árbitro”.

La furiosa pasión por la victoria jamás debe anular el espíritu del rugby, hecho de generosidad, de abnegación, de lealtad, de coraje. En el terreno debe plasmarse por la unidad de los quince jugadores”. Kléber Haedens (Inglaterra)

El rugby es, ante todo, un estado del alma, por sus características naturales y secretas. Se es rugbier, como se es cristiano: lo primordial es tener la fe”.

En el rugby el hombre, por sí solo, no es nadie; la personalidad es la del equipo”.

Entre la virilidad y la violencia, entre la lealtad y la felonía, existe una frontera que puede trasponerse en una fracción de segundo: la de la intención”.

Conviene recordar que el rugby fue creado para alegrar a quien lo practica, no para satisfacer a los espectadores”.

El rugby es un deporte tan noble como peligroso; su práctica no puede pasar de una minoría a una mayoría sin evidentes peligros de degeneración. Hay que respetar sus leyes peculiares para que no deje nunca de ser lo que es: el más bello de todos los deportes".
Henry García (Francia)

Rugbier: las Reglas de Juego son el fruto de muchos años de constantes estudios por especialistas. No las discutan, acátenlas”.

El jugador puede recibir grandes elogios por sus condiciones, pero está obligado a retribuir los mismos, confirmando esos juicios y conceptos, con su permanente evolución”.
Roberto G. Vitry (Salta-Argentina)

SPORTSMAN. Es aquel que no solamente ha vigorizado su músculo y desarrollado su resistencia por el ejercicio de algún gran deporte, sino qué, en la práctica de ese ejercicio, ha aprendido a reprimir su cólera, a ser tolerante con sus compañeros, a no aprovechar una vil ventaja, a sentir profundamente como una deshonra la mera sospecha de una trampa y a llevar con altura un semblante alegre bajo el desencanto de un revés. (De Punch, año 1850)

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