lunes, 2 de enero de 2012

Otro duelo con sabor a botas


  Corría el año 1960, cinco años más tarde, y en el mismo escenario militar del A.5, frente a los cuarteles, jugaba Gimnasia y Tiro con Salta Polo Club, equipo este formado por soldados “colimbas”, suboficiales y oficiales del Ejército. Salta Polo había ganado invicto en torneo Preparación, de una rueda, con el cual se iniciaba la actividad oficial de la temporada. Dirigía el petiso “CalamuchoTobío (+), jugador de Spaghetti, en esa época heroica cuando los jugadores eran entrenadores, dirigentes y miembros de la Unión, también aguateros.

  Salta Polo contaba con un segunda línea grandote y “polenta”, el teniente Aldazábal, de ascendencia vasca, y muy “duro” dentro de la cancha, según las versiones de sus contrincantes. Claro, duro con los rivales, hasta que “ardió Troya”. A Aldazábal “se le fue la mano en un line” y alguien del equipo rival cayó redondo en el pedregoso piso de la cancha. Silbato de Tobío penal y expulsión del “ponedor” de la certera mano “bautismal”. El sancionado se abalanzó sobre el árbitro, que parecía “llavero” al lado del segunda línea, y le espectó: “¡qué me cobrá, negrito i’m… ¿ah?!”

  Tumulto, arremolinamiento de jugadores y curiosos que nunca escasean y el tenue asomo de enfrentamiento quedó invalidado por la cordura; Gimnasia, sencillamente, no tenía por qué involucrarse por su condición de víctima, y de los simpatizantes de Spaghetti, que podrían haber intervenido, no se encontraba nadie porque la jornada no los tenía como protagonistas. Calmados los ánimos y mientras la tarde moría, se produjo el retiro de todos los presentes, quedando el solitario pedregal del A.5 silente. Sanción de 99 años para el agresor, novedad en el ambiente deportivo en general, ya que en ningún otro deporte esta durísima sanción es contemplada. Además, sirvió para comprender el “espíritu de la penalización”, pues ésta se renueva todos los días. Publicación en los diarios, comentarios en la radio, “bajada de caña” para los de Salta Polo y reacción del jefe de Regimiento para con los integrantes del equipo.

La visita de los padrinos

  La sanción resultaba lisa y llanamente un agravio y había que lavar el honor. Calamucho se encontraba el lunes al atardecer, al día siguiente del partido, tendido cómodamente sobre su cama ya distendido, cuando entró a su habitación un familiar para informarle que dos militares querían conversar con él y lo esperaban porque “era urgente”. Grande, muy grande fue su sorpresa, cuando vio frente a sí a dos oficiales vestidos de manera impecable, que venían a comunicarle que había sido “retado a duelo” por su expulsado del día antes, y que “debía designar padrinos” para entrevistarse “con nosotros” -padrinos también-, a fin de ultimar los detalles del reto con “el arma que se escogiera” y el “campo de honor” donde debía celebrarse el “lance” de marras. Para graficar la situación, ésta era una versión moderna del bíblico enfrentamiento entre David y Goliat. Intentó dialogar con sus visitantes, que eran habituales rivales en la cancha, conocidos de hecho, pero los enviados del supuesto agraviado no se lo permitieron, retirándose inmediatamente del lugar. Lo habían tratado solemnemente de “usted” y como un desconocido en la breve exposición. En un instante, todo el mundo se le vino abajo al pobre Calamucho quien entendía que los mentados duelos, “eran propios de películas” y que en la Salta actual “esa cosa”, no existía.

Tremenda conmoción. Nace el “estrés”

  Por ese entonces la comisión directiva de la Unión de Rugby sesionaba los martes por la noche en la sede de la agencia de carreras del Jockey Club, en los altos de Zuviría 62, adonde concurrían sábados y domingos por la tarde los “burreros” a “orejear” los resultados de Palermo y San Isidro, arriesgando algunos “manguitos” a las pata del algún tungo favorito. Ese martes, 48 horas después del conflicto, desde temprano, pasada la oración, una enorme cantidad de changos ya se encontraban en la vereda, esperando a que llegara la hora de inicio de la reunión. La Unión solo debía tratar y aprobar las planillas de los resultados de todos los partidos del fin de semana,  conocer los informes que las mismas contenían, programar la fecha venidera y girar las novedades a la Comisión de Disciplina. El ambiente de la ovalada “ardía”, especialmente  en lo que a Spaghetti se refería, ya que uno de sus “pollos” podía resultar “seriamente averiado” en esta cuestión de espada o pistola. En rugby hay que entender una cosa: las edades. Jugar en primera era para adultos o mayores y para llegar a esa división tenían que esperar ese estado. La changada joven, juveniles de cuarta hasta 18 años, más algunos “pasados” que al año siguiente eran “soldados”, que no tenían oportunidad de jugar por ser “maletas”, tampoco podían recalar en una segunda división, porque ésta no existía. Precisamente este grupo era el más fogoso defensor de Calamucho, por quien “darían la vida ante los milicos”, pero en la “esquina de la plaza”, el mismo sitio en el cual, para los carnavales, sucedían casos abominables de inconducta.

  “Así nomá, sin arma, a trompada limpia lo vamua enfrentalo a lo milico botudo eso, que se lo creen eyo”, manifestaba un cabecilla (había varios) de un grupo “espinaca” ante todo los súbditos incondicionales presentes. Los dirigentes de la Unión se reunieron bajo la tremenda presión de la numerosa barra que pedía “la cabeza del agresor”. Como era costumbre, la planilla informada siguió su curso normal, pero los dirigentes fueron acusados de querer “salvar la cabeza” del expulsado y peligraba por ellos “las cabezas” de los dirigentes. Como estaba tan caldeado el ambiente, menos mal que no concurrió el delegado de Salta Polo, y menos alguien que “oliera a militar”. Tampoco concurrió Calamucho, el árbitro en cuestión, pues esa noche se erigió en precursor de un mal que se generalizaría en décadas venideras, científicamente definido ahora como “estrés”, utilizados por médicos para diagnosticar “supuestos enfermos”, empleados becados públicos en general, canas de todas las layas y castas, lustrabotas y canillitas también; ni que hablar de los docentes en todos los niveles. El “estrés” también se adueñó del periodismo en general: en el deportivo, el que no rinde (equipos, jugadores, boxeadores, etcétera) es porque está “estresado” y en lo político también este “estrés” que apareció en Salta hace medio siglo, sirve en la actualidad como irreprochable “carpeta médica”. Entre los medicamentos, el “anti estrés”, es líder por antonomasia de ventas en todas las farmacias. Hasta los “originarios”, donde vivan, padecen de “estrés” actualmente. Y el que no padece de “estrés” en la actualidad, no  pertenece a éste mundo reservado para los “estresados” únicamente, y de hecho y forma, es rechazado de plano. En el ambiente deportivo en general, el que no sufre del mentado “estrés”, es un ser de otro mundo. ¿Quién inventó el “estrés”?

 El pobre Calamucho se encontraba “estresado”, aunque quienes lo apoyaban a muerte, consideraban que debía “evitarse su secuestro”, conformando para ello una guardia nocturna que protegía el domicilio de “Cala”. Todo se magnificó insólitamente de tal manera, que la sensatez parecía haberse disparado a cualquier parte. Claro que esto ocurría en el seno de la muchachada dispuesta a todo con el fin de sacar al pobre Calamucho del impresionante estado de “estresamiento” en que se encontraba. A ello se agregaba el aporte de algún “leguleyo” que, anticipándose a la actual realidad en considerar aquello del intento de agresión, como un  fuerte “padecimiento moral” a que había sido “sometida la víctima”, lo cual podría “desequilibrarlo mentalmente” en el futuro, y dejarlo “medio tontulo” para siempre.

  Los comentarios, por cierto, se aposentaron en todos los sectores de la sociedad salteña, alto, medio, bajo, uña, “oriyeros”, “viyeros”, “ocupas”, “cumbieros”, “mestisos”, “originarios”, en el “caciquerío de etnias”, se agolpaban y todos opinaban con derecho sobre el tema mezclándose los relacionados con los avatares militares de la “colimba” de esos años. “Comedidos” dispuestos a todo, “mercenarios” voluntarios sin cobrar un mango por sus servicios, eran los que sobraban; todos estos, por supuesto, solo relacionados a la actividad rugbística por amistades de ser “amigos del amigo” que necesitaban ayuda en esos “momentos cruentos y difíciles” y que llamaban “generosa solidaridad”, todos reunidos allí “calentando” más y más el ambiente,  como consecuencia de un simple “estrés”, un mal completamente “forastero” por entonces. Nunca, en ninguna expresión de deporte alguno, había sucedido algo similar en esta Salta cobriza: un duelo entre un expulsado de la cancha por inconducta y un árbitro. Al parecer y de acuerdo a la opinión de algunos periodistas de rugby en la prensa nacional, que se había hecho eco del infrecuente episodio, el caso era único en el país. Más de medio siglo después el episodio yace olvidado. La pregunta cae sola: si habría sucedido eso en la actualidad, ¿qué consecuencias habría tenido después de todo lo vivido?

Finalmente nada sucedió

  Efectivamente, la Comisión de Disciplina sancionó al informado “uniformado” con su clásica sanción de 99 años y santas paces entre todos. Salta Polo jugó un par de partidos más, para luego retirarse del certamen, tras producir un inusual caso tan común en la historia de Los Tres Mosqueteros. Para quienes vivieron desde adentro del horno -llámense dirigentes-, la situación resultó muy complicada y “estresante” -ya que éste se había extendido  hacia otros niveles de la sociedad-, por el clima que había rodeado al escándalo, pero los dirigentes felizmente no habían sido atacados por el “estrés” que había hecho “debutar en Salta” el Calamucho Tobío con su complicado “estresamiento”. Los comentarios de “algunos históricos”, como el gallego “San JuanHaro (+), de Spaghetti, que tenía en su haber “varios tumbados” y “estresados” por sus precisos “ganchos” en los line out, resultaban impecables al momento de “moralizar” sus expresiones. “Semejante “depelote” que lo hacen por “una manito suelta”, comentaba el “maestro”. Al margen de esa “manía” el Gallego Haro era muy buen amigo, no opinando lo mismo aquellos que habían recibido sus “caricias” domingueras dentro de la cancha. Así lo recordamos sus contemporáneos que aún respiramos estos aires salteños, con “estrés”, o sin él.

  Pero el rugby salteño tiene en su haber varios desafíos a duelos, aunque nunca concretados, que le ponen a su historia “simpáticas pinceladas” de histrionismo. Acá contamos únicamente lo que sucedió en el rugby salteño. En otros centros del país también deben contar ellos “sus casos” para relatar.

domingo, 1 de enero de 2012

Duelos en Rugby


  El rugby de Salta también carga en sus alforjas antecedentes relacionados con duelos, los mismos que por siglos utilizaron los caballeros para dirimir cuestiones de honor, disputas amorosas, problemas familiares por herencias y muchas razones más; también el populacho, en los boliches, “faca a faca” dirimían sus diferencias por cuestiones de deudas, mujeres y otras diferencias propias del estado báquico. Nuestro querido y amado deporte también carga con una rica e interesante historia en cuestiones de “honor deportivo” -para darle lustre a esos desaciertos-, que nadie debe ignorar. El primero de estos sucesos ocurrió en 1955, año de la caída de Perón –previo bombardeo a la Casa Rosada en junio-, de la Revolución Libertadora en septiembre y las consecuencias que estos acontecimientos dejaron.
  Fue el domingo 31 de julio de 1955 cuando en la cancha del A.5 (Quinto de Artillería), disputaban un partido oficial los clubes Spaghetti y Gimnasia y Tiro. Dirigía el Escribano Aldo Melitón Bustos (desaparecido) -uno de los fundadores de Medellín R. C.-, y el mismo finalizó 8 a 8. El domingo 8 de agosto, una semana después y encontrándose Bustos en la cancha presenciando un partido, fue abordado por un dirigente de Gimnasia y Tiro y tras preguntarle si él había dirigido el partido Spaghetti-Gimnasia, procedió a retarlo a duelo. El redivivo caballero de la Edad Media, no era otro que Pedro Gilabert, español de nacimiento y peluquero de profesión, quien tenía su salón de atención al público en calle España al 400, entre Deán Funes y Zuviría, colindante con el restaurante “La Madrileña”, del españolísimo don Blas Giménez. A su vez y para echarle más pimienta al momento tan especial, Gilabert, a quien lo apodaban jocosamente “tijera maldita”, le espetó a Bustos “que por su hombría de bien -si la tenía- no le permitía eludir el compromiso inédito en este deporte llamado de “caballeros”. Duro golpe para aquellos que siempre abonaron el concepto de que los “gallegos” eran brutos. Pedrito los descolocó a todo con esa expresión de “deporte de caballeros”.
   Aldo Melitón Bustos, después desaparecido en época oscura de la subversión, fue acusado de parcialidad y por ello “había privado a Gimnasia de un merecido triunfo”. Como siempre sucede con estas cosas disparatadas, no pasó nada de nada. Las aguas se calmaron, aunque Gimnasia y Tiro solicitó a la Unión de Rugby del Valle de Lerma -entonces denominada así-, que no quería que “en los futuros compromisos oficiales los dirigiera un bombero”.
  Chanzas, risas, cargadas y muchas otras cosas más, propias de un ambiente donde todos se conocen, pusieron un manto de olvido al sonado duelo frustrado. Pedro Gilabert o “Tijera maldita”, con el tiempo emigró de vuelta a su querida “madre patria”, vale decir, la patria de él. Con el tiempo regresó de vacaciones, casado, pero aun soportando los embates de los memoriosos que recordaban el incidente. Recuerdo que alguien le dijo algo cierto: “Pedro Tijera” Gilabert, vos tenías que mandarle tus padrinos para que lo reten a Bustos en tu nombre. El caso estaba invalidado y quedaste pagando. ¿No sabías como es el estilo de los duelos?” En febrero del 2008 estuvo de nuevo entre nosotros y le recordé personalmente el incidente, respondiendo sonriente y sabiamente: “te acuerdas ¿qué tiempos aquellos, no?”