La misma fue inaugurada el domingo 24 de mayo de 1959,
con la ceremonia previa de inauguración oficial y la bendición de la cancha a
cargo de Capellán del Ejército, padre Pedro
Kemerer. Después se inició el partido oficial entre Tigre y Gimnasia. Por la mañana ofrecieron un asado a todos los
invitados en el cual no faltó nada, vino incluido, y esto trajo seria consecuencia
para un jugador de Tigre que confundió el agasajo inaugural con el clásico “tercer tiempo”, poniéndose “hasta el anco” antes de tiempo. El
infractor fue individualizado como el tucumano “Bafa” Frías Silva quien,
en ese estado deplorable, pretendía jugar “sí
o sí”. Mario Clément (foto derecha),
capitán de Tigre, le “bajó el pulgar” y el Bafa, “out” (foto izquierda). Pero reaccionó
como todo tucumano cuando resulta “tocado
a fondo”, sentenciándolo con esta brutal promesa: “te lo vua hacé comelo con el “familiar” (dibujo) que lo tenimo en el ingenio i’Tucumán si
no me lo hací jugá. Mirá que nadie se loa salvao y se lo tenimo que dasélo un
negro en la Navidad”. ¿Se cumplió la sentencia? Comentan que desde este
episodio Mario Clément “no viajó
nunca a Tucumán por aquello de “por sí las brujas”, y a todo esto ya
pasó medio siglo” (2011).
Pero quienes más disfrutaron de la situación fue la
changada de la cuarta de Tigre (hoy casi todos abuelos) los que comentaban
jocosamente: “Se lea cáido el carné al Bafa, no lo juega”, “Al Bafa se lo dicen
trece, porqué lo sobra en la docena”, “El Bafa loé el único caso que sin jugalo
lo’tá machucao como milanesa i’fonda”, “Se loa dicho al Mario que se loa
olvidao el carné en la casa” y cuantas historias más, breves pero picantes y
sabrosas, enhebraron los changos aquella tarde en la cual fueron testigos
cuando Tigre perdió sobre la hora a su pilar titular por estar “machucado”.
Por supuesto que todos estos comentarios de la
víspera cobraban otra dimensión en la mesa de café de la City ubicada en Mitre y España, un “mentidero” donde no solo se
daban cita rugbista, también los había de otras layas, entre ellos “arbolitos”
vendedores de dólares, hoy conocidos públicamente en las afueras de esta
esquina donde la City es una lejana añoranza en la actualidad, ignorando las
nuevas generaciones de que estamos hablando. Para estos “arbolitos” el carnaval
duró hasta la llegada de AFIP, aunque sin desaparecer porqué “esbozados”, le
dan vida al “paralelo”. Allí también se cerraron muchas transacciones
inmobiliarias, comerciales, bancarias, de seguros, etcétera.
Se equipó,
salió a la cancha y no tocó pelota
Por la tarde, tras la ceremonia de
inauguración, los equipos estrenaron el ex “picadero” -que después volvería a ser tal-, presentando como
novedad Gimnasia el debut del veterano cordobés Carlos Sappia (+), quien era poseedor de un extenso historial,
según contaban los allegados “albos”
para “meterle miedo” a los “taxistas”.
Este mote tenía su origen en los colores negro y amarillo a cuadro que lucían
en sus camisetas. Por ese entonces se conoció la Ordenanza Municipal de que
todos los taxímetros de la ciudad debían lucir los mismos colores: negro y
amarillo. En un anecdotario de rugby
me referí a este mentado debut de Sappia. El pobre no llegó a tocar la pelota.
El fullback “Vitito” López (+) lo
probó con una pelota alta, al fondo, pero al otro costado de donde se
encontraba Sappia, que ocupaba la misma posición. El cordobés picó con todas
sus energías, pero una de las “gambas”
le dijo “nones” ya que a poco de
correr, cayó como consecuencia de un desgarro, siendo retirado de la cancha.
Ganó Tigre y el Bafa, que “hinchaba”
por Gimnasia, se llamó a silencio pero “bien regado” por dentro y bendecido
desde el Olimpo por el dios Baco. Gimnasia con uno menos, resignó toda su
chance de competir con éxito esa tarde ante Tigre.
En ese “picadero” convertido en
cancha, se produciría después un hecho jocoso, aunque desagradable y que está
narrado en la historia del Gallego “San
Juan” Haro. Fue cuando el capitán de Jujuy
R. C. lo “bailó” a un colimba en el ingol, después de que Oscar Haro lo hiciera jugar de “lavatripas” al joven milico que nada
hizo por tacklearlo. El capitán de los jujeños era Capitán del Ejército, el
árbitro nada menos que el “colimba” “Tizón”
Villagrán y el “mandamás” de Spaghetti,
el “Gordo” Cuevas quien,
convirtiéndose en “general”, le
ordenaba a Tizón que expulsara a Di
Lella, mientras la “Pirucha” Tobío, “hijita y díai” para alimentar la caldera con insultos, “aconsejaba” al pobre Tizón: “tení que epulsalo al milico desalmao ese”.
Esa tarde resultó inolvidable para nuestra historia rugbística, por estos
acontecimientos desagradables para el “espíritu
del rugby” pero que terminan por retroalimentar a éste. Finalmente todo se
calmó. El partido continuó hasta el pitazo final de Tizón, quien “sopló” tan fuerte el pito, que éste
jamás fue encontrado. Cuentan que el Tizón Villagrán era asistente de un
oficial, también integrante del equipo de Salta Polo, pero esto no fue
impedimento para que un “zumbo”,
esos molestos que siempre existen, le dijera: “Se loa salvao de que se lo mandemo a patíalo pingüino a la Antártica
reclutón, ¿por qué no loa echao al Capitán, ¿ah, ah?”
En este partido salió ganancioso en
prestigio “San Juan” Haro, a quien se debe la prosecución
del partido ante la algarabía de la changada joven de los “espinacas” que
hacían sus primeras armas en la división superior. Los jujeños son un capítulo
aparte en la historia del rugby salteño, pese a que siempre se los ayudó para
que participaran en las competencias oficiales de la Unión.
A esto debo agregar que en esos
tiempos se jugaban los partidos con 31 árbitros: el oficial y treinta
jugadores. Para muestra basta un botón, como dice el refrán. Se jugaba en el A.5 un sábado a la tarde un partido de cuarta división entre Spaghetti y Gauchos. Por esos años Spaghetti contaba con un buen equipo y
también con un lungo que frisaba los dos metros: Hermann. Éste cayó cuan largo era, apoyando la pelota en el ingol
claramente sobre la línea, lo que fue objetado por un jugador de Gauchos, el
siempre “fosforito” del equipo que
no era otro que el “Colorado” Díaz (fallecido). Le reclamaba al
árbitro que el try no valía porque el lungo “tenía que apoyar la pelota dentro del ingol, pero con él también
adentro”. Debían intervenir los mayores para hacerle entender que eso era
correcto. Pero casos análogos a estos, existen a montones. Eran tiempos en que
carecíamos de verdaderos maestros para las inferiores. Épocas en que el jugador
era de todo: dirigente, entrenador, hincha, pintador de cancha, kilombero,
aunque en el A.5 teníamos que pintar las piedras que formaban parte del campo
de juego.
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