Corría el
año 1960, cinco años más tarde, y en el mismo escenario militar del A.5,
frente a los cuarteles, jugaba Gimnasia y Tiro con Salta Polo Club,
equipo este formado por soldados “colimbas”, suboficiales y oficiales del
Ejército. Salta Polo había ganado invicto en torneo Preparación, de una
rueda, con el cual se iniciaba la actividad oficial de la temporada. Dirigía el
petiso “Calamucho” Tobío (+), jugador de Spaghetti, en esa
época heroica cuando los jugadores eran entrenadores, dirigentes y miembros de
la Unión, también aguateros.
Salta Polo
contaba con un segunda línea grandote y “polenta”, el teniente Aldazábal,
de ascendencia vasca, y muy “duro” dentro de la cancha, según las versiones de
sus contrincantes. Claro, duro con los rivales, hasta que “ardió Troya”.
A Aldazábal “se le fue la mano en un line” y alguien del equipo rival cayó
redondo en el pedregoso piso de la cancha. Silbato de Tobío penal y
expulsión del “ponedor” de la certera mano “bautismal”. El
sancionado se abalanzó sobre el árbitro, que parecía “llavero” al lado
del segunda línea, y le espectó: “¡qué me cobrá, negrito i’m… ¿ah?!”
Tumulto,
arremolinamiento de jugadores y curiosos que nunca escasean y el tenue asomo de
enfrentamiento quedó invalidado por la cordura; Gimnasia, sencillamente, no
tenía por qué involucrarse por su condición de víctima, y de los simpatizantes
de Spaghetti, que podrían haber intervenido, no se encontraba nadie porque la
jornada no los tenía como protagonistas. Calmados los ánimos y mientras la
tarde moría, se produjo el retiro de todos los presentes, quedando el solitario
pedregal del A.5 silente. Sanción de 99 años para el agresor,
novedad en el ambiente deportivo en general, ya que en ningún otro deporte esta
durísima sanción es contemplada. Además, sirvió para comprender el “espíritu
de la penalización”, pues ésta se renueva todos los días. Publicación en
los diarios, comentarios en la radio, “bajada de caña” para los de Salta Polo y
reacción del jefe de Regimiento para con los integrantes del equipo.
La
visita de los padrinos
La sanción
resultaba lisa y llanamente un agravio y había que lavar el honor. Calamucho
se encontraba el lunes al atardecer, al día siguiente del partido, tendido
cómodamente sobre su cama ya distendido, cuando entró a su habitación un
familiar para informarle que dos militares querían conversar con él y lo
esperaban porque “era urgente”. Grande, muy grande fue su sorpresa,
cuando vio frente a sí a dos oficiales vestidos de manera impecable, que venían
a comunicarle que había sido “retado a duelo” por su expulsado del día
antes, y que “debía designar padrinos” para entrevistarse “con
nosotros” -padrinos también-, a fin de ultimar los detalles del reto con “el
arma que se escogiera” y el “campo de honor” donde debía celebrarse
el “lance” de marras. Para graficar la situación, ésta era una versión
moderna del bíblico enfrentamiento entre David y Goliat. Intentó
dialogar con sus visitantes, que eran habituales rivales en la cancha,
conocidos de hecho, pero los enviados del supuesto agraviado no se lo permitieron,
retirándose inmediatamente del lugar. Lo habían tratado solemnemente de “usted”
y como un desconocido en la breve exposición. En un instante, todo el mundo se
le vino abajo al pobre Calamucho quien entendía que los mentados duelos, “eran
propios de películas” y que en la Salta actual “esa cosa”, no
existía.
Tremenda
conmoción. Nace el “estrés”
Por ese
entonces la comisión directiva de la Unión de Rugby sesionaba los martes
por la noche en la sede de la agencia de carreras del Jockey Club, en
los altos de Zuviría 62, adonde concurrían sábados y domingos por la tarde los
“burreros” a “orejear” los resultados de Palermo y San Isidro, arriesgando
algunos “manguitos” a las pata del algún tungo favorito. Ese martes, 48 horas
después del conflicto, desde temprano, pasada la oración, una enorme cantidad
de changos ya se encontraban en la vereda, esperando a que llegara la hora de
inicio de la reunión. La Unión solo debía tratar y aprobar las planillas de los
resultados de todos los partidos del fin de semana, conocer los informes que las mismas contenían,
programar la fecha venidera y girar las novedades a la Comisión de Disciplina.
El ambiente de la ovalada “ardía”, especialmente en lo que a Spaghetti se refería, ya
que uno de sus “pollos” podía resultar “seriamente averiado”
en esta cuestión de espada o pistola. En rugby hay que entender una cosa: las
edades. Jugar en primera era para adultos o mayores y para llegar a esa
división tenían que esperar ese estado. La changada joven, juveniles de cuarta hasta
18 años, más algunos “pasados” que al año siguiente eran “soldados”, que no
tenían oportunidad de jugar por ser “maletas”, tampoco podían recalar en una
segunda división, porque ésta no existía. Precisamente este grupo era el más
fogoso defensor de Calamucho, por quien “darían la vida ante los
milicos”, pero en la “esquina de la plaza”, el mismo sitio en el
cual, para los carnavales, sucedían casos abominables de inconducta.
“Así nomá,
sin arma, a trompada limpia lo vamua enfrentalo a lo milico botudo eso, que se
lo creen eyo”, manifestaba un cabecilla (había varios) de un grupo “espinaca”
ante todo los súbditos incondicionales presentes. Los dirigentes de la Unión se reunieron bajo la
tremenda presión de la numerosa barra que pedía “la cabeza del agresor”.
Como era costumbre, la planilla informada siguió su curso normal, pero los
dirigentes fueron acusados de querer “salvar la cabeza” del expulsado y
peligraba por ellos “las cabezas” de los dirigentes. Como estaba tan
caldeado el ambiente, menos mal que no concurrió el delegado de Salta Polo,
y menos alguien que “oliera a militar”. Tampoco concurrió Calamucho,
el árbitro en cuestión, pues esa noche se erigió en precursor de un mal que
se generalizaría en décadas venideras, científicamente definido ahora
como “estrés”, utilizados por médicos
para diagnosticar “supuestos enfermos”, empleados becados públicos en general, canas
de todas las layas y castas, lustrabotas y canillitas también; ni que hablar de
los docentes en todos los niveles. El “estrés” también se adueñó del
periodismo en general: en el deportivo, el que no rinde (equipos, jugadores,
boxeadores, etcétera) es porque está “estresado” y en lo político
también este “estrés” que apareció en Salta hace medio siglo,
sirve en la actualidad como irreprochable “carpeta médica”. Entre los
medicamentos, el “anti
estrés”, es líder por antonomasia de ventas en todas las
farmacias. Hasta los “originarios”, donde vivan, padecen de “estrés”
actualmente. Y el que no padece de “estrés” en la actualidad, no pertenece a éste mundo reservado para los “estresados”
únicamente, y de hecho y forma, es rechazado de plano. En el ambiente deportivo
en general, el que no sufre del mentado “estrés”, es un ser de otro
mundo. ¿Quién inventó el “estrés”?
El pobre Calamucho
se encontraba “estresado”, aunque quienes lo apoyaban a muerte,
consideraban que debía “evitarse su secuestro”, conformando para ello
una guardia nocturna que protegía el domicilio de “Cala”. Todo se magnificó
insólitamente de tal manera, que la sensatez parecía haberse disparado a
cualquier parte. Claro que esto ocurría en el seno de la muchachada dispuesta a
todo con el fin de sacar al pobre Calamucho del impresionante estado de “estresamiento”
en que se encontraba. A ello se agregaba el aporte de algún “leguleyo”
que, anticipándose a la actual realidad en considerar aquello del intento de
agresión, como un fuerte “padecimiento
moral” a que había sido “sometida la víctima”, lo cual podría “desequilibrarlo
mentalmente” en el futuro, y dejarlo “medio tontulo” para siempre.
Los
comentarios, por cierto, se aposentaron en todos los sectores de la sociedad
salteña, alto, medio, bajo, uña, “oriyeros”, “viyeros”, “ocupas”, “cumbieros”, “mestisos”,
“originarios”, en el “caciquerío de etnias”, se agolpaban y todos opinaban con
derecho sobre el tema mezclándose los relacionados con los avatares militares
de la “colimba” de esos años. “Comedidos” dispuestos a todo, “mercenarios”
voluntarios sin cobrar un mango por sus servicios, eran los que sobraban; todos
estos, por supuesto, solo relacionados a la actividad rugbística por amistades
de ser “amigos del amigo” que necesitaban ayuda en esos “momentos
cruentos y difíciles” y que llamaban “generosa solidaridad”, todos
reunidos allí “calentando” más y más el ambiente, como consecuencia de un simple “estrés”,
un mal completamente “forastero” por entonces. Nunca, en ninguna
expresión de deporte alguno, había sucedido algo similar en esta Salta
cobriza: un duelo entre un expulsado de la cancha por inconducta y un
árbitro. Al parecer y de acuerdo a la opinión de algunos periodistas de
rugby en la prensa nacional, que se había hecho eco del infrecuente episodio,
el caso era único en el país. Más de medio siglo después el episodio yace
olvidado. La pregunta cae sola: si habría sucedido eso en la actualidad, ¿qué
consecuencias habría tenido después de todo lo vivido?
Finalmente
nada sucedió
Efectivamente, la Comisión de Disciplina sancionó al informado
“uniformado” con su clásica sanción de 99 años y santas paces entre
todos. Salta Polo jugó un par de partidos más, para luego retirarse del certamen,
tras producir un inusual caso tan común en la historia de Los Tres
Mosqueteros. Para quienes vivieron desde adentro del horno -llámense
dirigentes-, la situación resultó muy complicada y “estresante” -ya que
éste se había extendido hacia otros
niveles de la sociedad-, por el clima que había rodeado al escándalo, pero los
dirigentes felizmente no habían sido atacados por el “estrés” que había
hecho “debutar en Salta” el Calamucho Tobío con su complicado “estresamiento”.
Los comentarios de “algunos históricos”, como el gallego “San Juan”
Haro (+), de Spaghetti, que tenía en su haber “varios tumbados”
y “estresados” por sus precisos “ganchos” en los line out,
resultaban impecables al momento de “moralizar” sus expresiones. “Semejante
“depelote” que lo hacen por “una manito suelta”, comentaba el “maestro”.
Al margen de esa “manía” el Gallego Haro era muy buen amigo, no opinando
lo mismo aquellos que habían recibido sus “caricias” domingueras dentro
de la cancha. Así lo recordamos sus contemporáneos que aún respiramos estos
aires salteños, con “estrés”, o sin él.
Pero el
rugby salteño tiene en su haber varios desafíos a duelos, aunque nunca
concretados, que le ponen a su historia “simpáticas pinceladas” de
histrionismo. Acá contamos únicamente lo que sucedió en el rugby salteño. En
otros centros del país también deben contar ellos “sus casos” para relatar.